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Cuentos infantiles

¿Un pequeño gran cuento o un gran cuento pequeño?

de Silvia Beatriz Zurdo


Había una vez un gigante que vivía en una gigantesca casa, con altísimos portones y grandes ventanales.

El gigante tenía un perro inmenso que dormía en una gran cucha y comía enormes huesos.

Su extenso jardín lucía frondosos árboles que cada primavera se cubrían de bellas flores multicolores.

Al lado de la casa del gigante vivía un pequeño hombrecito en una diminuta casa con microscópicas ventanas.

El hombrecito tenía un pequeño perro. Su cucha era una miniatura y los huesos que comía eran casi invisibles.

En su mínimo jardín florecía una flor blanca en una pequeña maceta.

El gigante y el hombrecito eran buenos vecinos.

Un día de mucho calor decidieron ir a la playa.

El gigante se puso un gran sombrero y partió en su enorme bicicleta.

El hombrecito decidió ir en su pequeño automóvil. Como era muy veloz, llegó antes que el cansado gigante en su gran bicicleta.

El hombrecito olvidó su sombrilla por eso el gigante le prestó su sombrero enorme para cubrirse del sol.

Luego se bañaron y jugaron en el agua. Varias veces el gigante estuvo a punto de pisar al hombrecito. Por suerte no sucedió ya que el pequeño tenía un silbato que hacía sonar en caso de urgencia.

El gigante hizo un castillo enorme de arena y el hombrecito se paseaba en él.

Después comieron. El gigante un gran pastel de frutas. El hombrecito sólo unas pequeñas frutillas. El gigante bebió en un vaso grande como un balde. El hombrecito en un dedal.

Después de una siesta, caminaron por la playa.

El gigante hacía una sombra muy larga y el hombrecito una muy corta.

Regresaron al atardecer. Al gigante, la tarde se le pasó rápido pero, al hombrecito, demasiado lenta.

Los dos volvían cansados pero muy sonrientes.

Aunque eran muy diferentes, el gigante y el hombrecito se llevaban de maravilla. Los dos tenían un gran corazón.


ACTIVIDADES

¿Dónde vivía el gigante?

¿Cómo era la casa del hombrecito?

En qué se diferenciaban el gigante y el hombrecito?

Imagina alguna habitación de la casa del gigante y del hombrecito y dibújalas.

Anota todos los antónimos del relato.

¿Qué hicieron esa tarde en la playa?

¿Por qué te parece que a pesar de ser diferentes se llevaban tan bien?
¿Qué necesitamos para una buena convivencia?

Marca las tres partes del cuento: introducción, nudo y desenlace.
¿Te animás a cambiarle el final?



El día que tres piratas visitaron la sala Azul del Jardín de Infantes anexo de la escuela primaria 107 de Neuquén

Silvia Beatriz Zurdo


¡Uff! ¡Qué título más largo para un cuento!

Bueno no es un cuento, porque es verdad que un día tres piratas visitaron la sala azul del jardín de Infantes anexo de la escuela primaria 107 de Neuquén.

Los chicos estábamos en ronda preparados para saludar a la Bandera cuando los tres piratas abrieron la puerta sin pedir permiso ni decir buen día y entraron nomás.

¡Ni se imaginan qué lío se armó!

El pirata más alto, Paco, era tan alto que se tuvo que agachar para pasar por la puerta. Tenía pelo largo, una pluma multicolor en el sombrero de cuero marrón y un garfio oxidado.

El pirata mediano, Pepe, era pelado, usaba parche en el ojo y cuando sonreía le pudimos ver dos dientes de oro.

El pirata más pequeño, Pipo, tenía pata de palo, camisa roja y un loro verde con pocas plumas sobre el hombro.

Primero los chicos y las seños nos asustamos mucho pero después el pirata más alto nos hizo sentar y se arrodillo para no tocar el techo. Así nos contó el motivo de la inesperada visita.

Paco sacó un mapa del bolsillo y nos dijo:

- Chicos, nos tienen que ayudar. Estamos perdidos…Pipo volcó leche chocolatada sobre el mapa y no podemos ver las pistas para llegar al tesoro.-

- Si, pero la culpa la tiene Pepe, (dijo Pipo), él me empujó aclaró mientras el loro chillaba enfurecido queriendo picotear a Pepe)

- : ¡Ah! ¡Si! ¡Como no! ¡Vos me rompiste mi catalejo! (aclaró Pepe) y decile al loro que me deje en paz!!!!

- .¡¿Yo?! Vos sos el distraído que lo dejás en cualquier lado (aclaró Pipo)

- ¡Silencio! (dijo Paco) Hemos llegado hasta aquí no para hacer papelones sino para pedir ayuda.

La verdad que nos dieron pena, por eso con la seño Claudia pusimos manos a la obra.

Les conseguimos una brújula y le prestamos un celular para que llamaran por teléfono al capitán del Barco.

Los piratas Paco, Pepe y Pipo se fueron rápido en remis para el río a esperar que el barco los pasara a buscar.

No sabemos si encontraron un tesoro pero lo que si sabemos es que nunca nos vamos a olvidar del día en que tres piratas visitaron la sala Azul del Jardín de Infantes anexo de la escuela primaria 107 de Neuquén.




¡QUE AVENTURA!

 Silvia Beatriz Zurdo


La moneda se escapó sigilosa por el agujero del bolsillo de Mario.

Cayó sobre la vereda y sin pensarlo dos veces empezó a caminar, mejor dicho a rodar.

-¡Cuidado!- le gritó el semáforo. - ¿No ves que estoy en verde y están pasando los autos?

Temblando, asustada, esperó la luz roja y cuando los peatones cruzaron la avenida, ella también lo hizo, esquivando los pasos apurados de las personas.

Justo cuando estaba por caer a un bache, una señora la vio y la metió en su cartera. ¡Qué oscuro estaba allí dentro!

-¡Socorro! ¡Sáqueme de aquí!- gritaba, enredada entre el pañuelo, un paquete y los documentos.

Pero cuando la señora abrió la cartera para pagar al colectivero, de un salto fue a parar sobre la bocina y se bajó en la siguiente parada.

Por suerte llegó a una plaza y como el sol de la mañana brillaba tibio decidió dar un paseo. Muy entretenida, en el tobogán, no vio que una paloma se le acercaba.

-¡No!-. ¡Por favor palomita! ¡No se te ocurra!- ¡No! -suplicaba de rodillas. Pero la paloma la tomó con el pico y se elevó por el aire sin escucharla.

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Me mareo con la altura! ¡Te lo ruegoooo...!¡Déjame bajar!-

La paloma parecía no entenderle. Pronto llegaron al nido (que sobre el árbol más alto de la plaza). Ella la acomodó debajo de una de sus alas, entre los tres pichones. Estaba tan cansada que se durmió.

Cuando despertó..., la moneda se dio cuenta que aún estaba en el bolsillo de Mario y de que todo había sido un sueño.

Pero quiso desperezarse, se estiró muy bien. Espió y ahora sí se escapó sigilosa por el agujero del bolsillo de Mario.



LA HISTORIA DE JOAQUÍN

 Silvia Beatriz Zurdo


Joaquín era un chico...chico. Algo ingenuo, bastante sagaz, muy locuaz, pero sobre todo Joaquín era fantasioso y parlanchín.

-Mamá Mamá en el Jardín hay dos caballos que se están comiendo las flores

-¿Qué? ¿Cómo?¿cuándo? ¿Por qué? ...¡¿Dónde están?!

-Es que ya se marcharon mamá. Uno era blanco y el otro negro. Menos mal que yo grité y se fueron rápido, rápido-

La verdad es que la mamá no vio ningún caballo. No le dio importancia al asunto y siguió preparando el almuerzo.

Otro día en el Jardín pero, no el de su casa, en el Jardín de Infantes pidió permiso para ir al baño y de regreso entró corriendo a la sala

-Señorita, señorita...allá en el patio unos chicos grandes están rompiendo los juegos.

-¿Qué? ¿Cómo?¿cuándo? ¿Por qué? ...¡¿Dónde están?!

-Se deben haber ido mientras yo vine a buscarla seño...eran muchos y malos...

-Bueno, bueno ¡entremos!

La verdad es que la señorita no vio ningunos chicos rompiendo los juegos. No le dio importancia al asunto y siguió preparando la témpera verde para que los chicos pintaran

Papá, papá, .hay una víbora, hay una víbora debajo de mi cama, ¡¡dale vení rápido!!

-¿Qué? ¿Cómo?¿cuándo? ¿Por qué? ...¡¿Dónde están?!

La verdad es que el papá no vio ninguna víbora debajo de la cama. No le dio importancia al asunto y siguió cambiando el foco de luz que se había quemado.

Otro día Joaquín s vio una bruja volando en su escoba, al lobo metido adentro del ropero, lápices que bailaban sobre la mesa ¡y hasta un árbol que hablaba!

Todos pensaban que Joaquín, lógicamente, estaba mintiendo y comenzaron a retarlo y a mandarlo en penitencia cuando inventaba alguna historia. Ésto fue peor...entonces apareció un cocodrilo en la bañadera, Peter Pan salió al abrir la heladera y cuatro dinosaurios bailaban la tarantela...

Los grandes cambiaron de técnica.

La señorita del Jardín le contó el cuento de Pedro y el lobo. La mamá y el papá le hablaron con paciencia sobre la importancia de decir la verdad y descubrieron que en realidad Joaquín era algo ingenuo, bastante sagaz, muy locuaz fantasioso y parlanchín.

La abuela le regaló un cuaderno grande y marcadores de muchos colores para que Joaquín dibujara todo lo que veía.

Joaquín resultó ser un excelente dibujante.

Los grandes descubrieron que en estos casos es mejor escuchar, darle importancia al asunto y que una ración extra de mimos es un buen remedio.

MI TÍO NÉSTOR, EL MAGO

Silvia Beatriz Zurdo


-¿Qué hora es, mamá?-

-Todavía es temprano.-

Nacho sale por centésima vez a la vereda. Nada.

Se sienta en el umbral de la puerta. Rumia impaciencias. Mira el reloj. Está aburrido. Vuelve a entrar.

Pericles, el perro de Nacho, se marea siguiéndolo de aquí para allá. El pequinés ladra bajito, mueve la cola y busca con la mirada, los ojos de su dueño. Nacho no se da cuenta...Tiene otras preocupaciones. Busca la mochila para terminar los deberes de matemática.

-Mamá, ¿cuándo llega el tío?-

-Falta poco. ¿Te ayudo con la tarea?
Sin muchas ganas, Nacho suma...rabia, resta...minutos a la tarde, multiplica su ansiedad. Quiere resolver un problema de regla de tres simple.

-Planteo...Solución...respuesta...¡Timbre!, ¡Es el tío!, ¡Llegó el tío!-

Levantarse, abrir la puerta, abrazar al tío y llora de alegría fue todo una sola cosa.

El tío Néstor es mago del circo que llegó hoy a Rosario. Es mago y de los buenos. ¡A Nacho le gusta tanto ver sus trucos!

Mientras mamá prepara la merienda, Nacho se prueba la galera y practica pases mágicos con la varita.

Desde un rincón, Pericles observa indiferente.

Mientras toman leche chocolatada y comen torta de manzanas, todos se ríen de las ocurrencias del tío, escuchan con atención las anécdotas y después miran fotos de las ciudades en las que estuvo el circo este último año.

Al único que no le interesa la visita del tío, es a Pericles. Bosteza. Espía silencioso.

-Bueno, ya me tengo que ir. ¡Tomá, Nacho! Son entradas para la función de esta noche.-

-¡Gracias, tío! ¡Te quiero mucho! ¿Por qué no te quedás otro ratito?-

-No puedo...tengo que prepararme para el acto.-

-Está bien, tío. Después nos vemos.-

Nacho le ayuda a subir las cajas al auto que se marcha con rapidez.

-Mamá ¿Y Pericles?-

-Salió atrás tuyo cuando fuiste a despedir al tío. Debe haber ido a dar un paseo ¡Pobrecito! Hoy no le prestaste atención.-

-Sí, tenés razón...pero...no todos los días viene el tío. La última vez fue en el verano, hace casi un año.-

Esa noche, estábamos puntualmente en la boletería. Nos ubicamos en la platea. ¡Nacho está tan emocionado! Su corazón late con rapidez. Se le entrecorta la respiración. Le transpiran las manos.

Por fin el maestro de ceremonias presenta el primer número: los payasos. Después fueron los equilibristas, los osos bailarines, los leones, hasta que llegó la hora del tío Néstor: el mago.

Comienza con sus trucos. Silencio...Aplausos...Nuevamente silencio...y más aplausos. Saca un kilómetro de pañuelos de la manga.

Hace desaparecer y aparecer billetes. Cambia de color a un ramo de flores y prepara la galera para el gran final.

-¡Abra cadabra, patas de cabra!

Y de la galera sale volando una paloma.

-¡Abra cadabra, patas de cabra!

-Mamá, seguro que ahora salen los conejos.

Observo que el tío me busca entre la gente con ojos desorbitados. Saca algo de la galera. ¡No es un conejo! ¡Ladra fastidiado!

-Mamá...¡Es Pericles!


Picopicón y el sol

Silvia Beatriz Zurdo


Hace ya varias semanas que los días transcurren nublados. Los chicos y los grandes extrañan al sol.

Los árboles se ven tristes y los pájaros no tienen ganas de cantar.

Sólo Picopicón, el gorrión se dio cuenta que eso no era normal.

Por eso voló muy alto hasta las nubes y desde allí llamó al sol a los gritos, mejor dicho con dos potentes pio pio.

El sol asomó su melena dorada y le contó que se le habían perdido tres rayos, por eso le daba mucha vergüenza y se cubría con las nubes.

Picopicón prometió ayudarlo. Tenía que encontrar esos rayos antes de que fuera demasiado tarde.

Buscó debajo de los puentes, dentro de las fuentes, entre los rosales, sobre los techos, hasta espió en las alcantarillas, pero nada.

Ya se daba por vencido cuando esa mañana los vio deslizándose por el tobogán de una plaza. Picopicón los llamó y les suplicó que regresaran. El sol los necesitaba.

Los rayitos traviesos ya satisfechos después de unas divertidas vacaciones ascendieron entre las copas de los árboles . Como por arte de magia las nubes fueron abriéndoles un sendero. El sol les tiró las orejas. Ellos pidieron disculpas y se acomodaron en la cabellera del astro rey.

Grandes y chicos, árboles y flores, gatos, perros, pájaros y bichos sonrieron cuando despertaron esa mañana. Todo había vuelto a la normalidad gracias a Picopicón el único gorrión que ayudó al sol.




En la granja

Silvia Beatriz Zurdo


En aquella granja corrían muchos rumores.

El gato se quejaba del perro porque aquel ladraba todo el día y a cualquier cosa.

El gato pensaba que el perro era molesto y poco inteligente ya que hasta le ladraba a su propia cola.

El perro varias veces había manifestado que el gallo lo molestaba cuando cada mañana cantaba con el alba. Decía que el gallo era muy desafinado.

El gallo rezongaba. Pensaba que las vacas estaban gordas y que se pasaban el día comiendo, tristes y aburridas.

Las vacas protestaban. Veían a los inquietos. No entendían como podían ir al galope de aquí para allá.

Chismes iban. Chismes venían. En la granja la convivencia se hacía difícil porque sólo tenían ojos para ver lo negativo.

Un día los animales escucharon hablar al granjero con su esposa.

- ¡Te has fijado, -decía el hombre- qué hermosos animales tenemos! El gato es el mejor cazador de ratones, el perro es fiel y guardián, el gallo nos despierta con su canto cada mañana, tenemos las mejores vacas lecheras de la región y los caballos son resistentes y veloces. Somos muy afortunados.

Los animales se miraron unos a otros por un largo rato entonces, por fin, comprendieron que a pesar de que eran todos diferentes, (cada cual con sus costumbres y características), todos tenían algo bueno y que como había hecho el granjero sólo necesitaban ver el vaso medio lleno y no medio vacío si querían lograr una mejor convivencia.





MI GLOBO ROJO

 Silvia Beatriz Zurdo


Tengo un globo rojo que quiere volar.

Sospecho que desde que esa mariposa charlatana le dijo que más allá del sol hay un arco iris de caramelo que comienza en las montañas y termina en la luna, mi globo rojo tiene curiosidad por conocer ese extraño lugar.

Ayer lo encontré subido a un árbol.

Hoy le hizo mil preguntas a un barrilete viajero que jugaba con el viento. Pero, el barrilete nunca había visto ese dulce arco iris.

A pesar de que yo lo sostenía bien su colita de hilo, hoy sin pedir permiso. ¡Se escapó!

Lo vi alejarse de la mano de la mariposa charlatana.

No sé si el arco iris existe.

De lo que sí estoy seguro es de que esta noche mi globo rojo jugará a la ronda de las estrellas de azúcar y dormirá en un nido.

Cuando mañana salga el sol, jugará a las escondidas con otras mariposas, conocerá los peces y acariciará todas las flores.

Yo tenía un globo rojo Se fue volando...y no me quiso llevar...otra vez será...




LA TÍA ANALÍA
Silvia Beatriz Zurdo

La tía Analía llega siempre con alguna sorpresa que pesa dentro de la cartera. Más que cartera parece una galera de mago. Hasta una vez me trajo una pecera con tres peces de verdad.

Yo la quiero mucho porque me hace mimos y me cuenta historias

Hoy me trajo caramelos perfumados de frutilla y una gran caja de lápices de colores.

-¿Me dibujas una pato?-

Y la tía hizo un gato verde.

-¡No un gato verde! ¡Un pato amarillo!-

Y la tía usó el lápiz amarillo para hacer un sol.

-¡No tía! ¡No era ni un gato verde ni un sol amarillo!

Y la tía usó el lápiz amarillo para dibujar un sol

-¡No tía! No era ni un gato verde, ni un sol amarillo, era un pato en la laguna.

¡Y la tía dibuja una luna como un plato!

A veces a la tía Analía le gusta hacerme enojar, pero igual nos divertimos.

Y al final al pato lo tuve que dibujar yo ¿Les gusta?




EL BICHITO DE LUZ SIN LUZ
Silvia Beatriz Zurdo

Biluli es un bichito de luz muy pequeño. Le gusta jugar a la escondida con la abejita Melina y a la rueda rueda con sus primos.

Un día se escondió atrás de un cactus y su farolito se estropeó. Biluli, ahora, es un bichito de luz sin luz. Está
muy triste porque los otros bichitos de luz se burlan de él.

-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

Por esconderse en un cactus su farolito se apagó.

Ahora lo llamaremos Biluli tontín, tontón. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

La abejita Melina, que es su amiga, le dice

- No te preocupes, Biluli. Yo conozco a un elefante que vive en la laguna. El nos va a ayudar. ¡Vamos!

Aleteando despacio, bajo la luz de la luna llena, llegan pronto a la laguna. El elefante Tomás ya se puso su gorro para dormir. Los sapos de la laguna cantan a coro:

"¡Croc, croc, croc, vamos a cantar,
toda la noche, croc, croc, croc!"

-Elefante Tomás, ¿nos harías un favor?

-¡Sí, claro!

-Mi amigo Biluli pinchó su farol con un cactus. Vos con tu trompa ¿ pescarías esa estrella, que una vez se cayó en la laguna, para él?

Y por arte de magia, el elefante Tomás, toma con su trompa aquella estrella fugaz y se la pone con cuidado en la colita de Biluli.

-¡Qué brillante! ¡Gracias! ¡Muchas gracias!

Los otros bichitos de luz no lo pueden creer . Se acercan para ver el nuevo farolito de Biluli. Le piden perdón por haberse burlado y lo invitan a jugar. A la abeja Melina también.

Jugaron y bailaron toda la noche, mientras los sapos en la laguna cantan:

"¡Croc, croc, croc!
Una estrella se cayó.
¡Croc, croc, crac!
Pero vuelve a brillar..."






EL CABALLITO DE MADERA

Silvia Beatriz Zurdo

¡Tris! ¡Tras! ¡Tris! ¡Tras! Se hamaca Manuela en su caballito de madera. ¡Tris! ¡Tras! Para adelante y para atrás! ¡Tris! ¡Tras!¡¡¡Crash!!! Y el caballito de madera se rompe.

-¡Gua! ¡Gua! ¡Shiii! ¡Shii!. ¡Mamá! ¡Mamá! ¡se rompió mi caballito de madera.- dice muy triste Manuela.

-No llores, Manuela.- la consuela su mamá.- ¿Querés pasear por la vereda con el triciclo que te regaló la abuela.-

-¿Y mi caballito de madera?-

-Cuando papá vuelva del trabajo le decimos que lo arregle. ¿Te gusta la idea?-

-¡Bueno! ¡Vamos a la vereda!-

Manuela pasea en el triciclo para un lado, para el otro. ¡Pi! ¡Piii! Suena la bocina.¡Piiii! ¡Pi! Dobla en la esquina.¡Pi! ¡Piiii! ¡Crashhh! Manuela tropieza con una piedra grande. Se rompe una rueda.

-¡Gua! ¡Guaaaa! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Shiii! ¡Shiiiii! ¡Se rompió mi triciclo!- llora Manuela

-¡Pero!...Bueno, no llores. Cuando papá tenga tiempo lo arreglará.-

-¡Gua! ¡Guuuuaaa! ¡Yo qui...quie...quiero ju...gaaar!-

-¿Y si te doy lápices para dibujar?-

-Bu...bue...bueno. Si.- Contesta Manuela con lágrimas en los ojos. La mamá le da hojas blancas y una gran caja con lápices de todos colores.

Manuela dibuja "¡UN MAGO!". Negra, la galera. Rojos, los zapatos. Azul, el pantalón. Verde, la chaqueta. A la gran varita mágica le pone una estrella multicolor. Manuela le da un beso ¡Mmmshh! al mago de su hoja. El mago, sonríe.

-Manuela, ¿querés que arregle tus juguetes?- le pregunta con voz de papel.

-¡Sí! ¡Sííí!-

-Y ahora las palabras mágicas. ¡Chunga! ¡Chunguete! ¡Que se arreglen los juguetes! ¡Adelante y atrás! ¡Que no se rompan más!-

-¡Muchas Gracias! ¿Sabe una cosa, señor mago? Usted se parece muchísimo a mi papá.

Manuela le da otro beso y guarda el dibujo en su bolsillo.

¡Tris! ¡Tras! ¡Tris! ¡Tras! Se hamaca Manuela en su caballito de madera.

. ¡Pi! ¡Piiii! ¡Pii! Y después pasea en triciclo por la vereda.




CARMINA, BLANCA COMO HARINA

Silvia Beatriz Zurdo

Carmina es una nube muy pequeña. Usa un vestido blanco como la espuma del mar, blanco como harina y el pañuelo de mi tía.

Carmina está aburrida. En el cielo celeste no hay ninguna nube para jugar. Algunas fueron de paseo a las montañas y otras están durmiendo la siesta.

-¿Qué te pasa, Carmina?- le pregunta el viento que es su amigo.

-¡Quiero jugar! ¡Estoy aburrida! Mis amigas están tan lejos que cuando las llamo no me pueden escuchar.-

-No te preocupes. Yo las voy a buscar.-

-¡Gracias amigo!- le dice Carmina al viento, mientras lo ve alejarse haciendo grandes remolinos.

Y con un coro de ¡Uuuuhhhhhh! ¡Uuuuuuhhh! graves y agudos, el viento llama a las otras nubes.

Llegan de a una y Carmina las invita a jugar a la ronda. Después de un rato son tantas que se amontonan, se empujan y chillan.

-¡Eh! Tené cuidado! ¡Me pellizcaste!-

-¡No! ¡Yo no fui! Fue ella.-

-¡Ay! ¡No me empujen!- grita una nube azul.

-¡Ufa! ¡No me aprieten!- dice la nube más pequeña.

Están haciendo tanto ruido que despiertan a Don Trueno. Está tan enojado que les gruñe un buen reto, entre relámpagos y tirones de orejas.

Las nubes, muy asustadas se ponen a llorar. Lloran, lloran y lloran sin parar. Entre lágrimas y pucheros le piden perdón a Don Trueno.

-¡Prometemos portarnos bien y no pelear más!- dicen todas las nubes con un suspiro.

Don Trueno se calma. Más tranquilo las perdona y las consuela para que no lloren más. Pero como las nubes siguen llorando desconsoladas, Don Trueno le pide ayuda al viento y al sol.

El viento juega con las nubes al tren y el sol les regala un arco iris multicolor para usar como puente. Carmina es la máquina.

El viento es la locomotora. Todas las nubes cantan y juegan sin pelear.

-¡Martín Pescador me dejará pasar. Pasará, pasará pero el último quedará!-

Y allá van las nubes, pasando de a una debajo del arco iris, mientras el sol las acaricia con tibios rayitos dorados.




FELIPE, UN PEZ DEL ARROYO

Silvia Beatriz Zurdo

Felipe es un pez azul. Sus aletas y su cola son rojas. Felipe vive en un arroyito de aguas claras y limpias. Le gusta pasear entre las piedras de colores y jugar a la mancha con sus amigos.

Felipe es muy feliz. Es libre. Por las noches, recostado en su cama de musgo fresco, observa el cielo. A veces está estrellado, otras veces nublado. Cuando el sol le hace cosquillas sabe que es hora de levantarse, entonces, con cuidado, busca las migas de pan y galletitas dulces que los chicos le regalan al ir a la escuela.

-¡Buenos días, Don Bagre!-

-¡Buenos días, Felipe! ¿Dónde vas?-

-Me voy a explorar el arroyo. Como los chicos están de vacaciones, ya no hay migas de pan para comer en este lugar.-

-¡Tené cuidado! El Dorado me contó que está mañana vio a unos hombres con cañas de pescar y redes.-

-¡Gracias por avisarme! Pero yo no les tengo miedo.-

Y así, como Felipe es un pez muy valiente y curioso sigue su camino. Tranquilo, inspecciona unas grandes rocas, y no se da cuenta que una señora lo mete dentro de un frasco de vidrio.

-¡Socorro! ¡Auxilio! ¿Dónde me llevan?- grita Felipe un poco mareado.

Ahora, Felipe vive en una pecera. Tiene piedritas de colores y una cama de musgo. Pero está muy triste porque de noche, no puede ver si el cielo está estrellado o nublado. Ya no lo despierta el sol con sus cosquillas doradas, ni puede buscar las migas de pan que le regalan los chicos. Pero lo que más extraña es la libertad y a sus amigos para jugar a la ronda.

En la pecera viven otros peces de colores, pero hablan otro idioma y son antipáticos. Entonces, Felipe se vuelve rebelde, peleador, golpea el vidrio de la pecera, no quiere comer y se queda solo en un rincón, como si estuviera en penitencia.

Una mañana, se despierta y se asusta mucho cuando descubre que está dentro del frasco. A pesar que Felipe es un pez valiente y muy curioso, está temblando de miedo.

Felipe no lo puede creer. La señora lo lleva de regreso a su arroyito de aguas claras y cristalinas. Es libre otra vez. Está tan emocionado que da vueltas y vueltas sin parar.

Sus amigos le dan la bienvenida y esa noche hay fiesta en el arroyo. Los sapos cantan mientras la luna sonríe en el cielo estrellado. Felipe y sus amigos bailan felices, hasta que el sol les hace cosquillas a todos.




JUAN PIRO

Silvia Beatriz Zurdo

No sé cómo sucedió. Una tarde lo encontré durmiendo en mi almohada. Juan Piro se asustó cuando me vio. Yo también me asusté cuando lo vi. Pero enseguida nos pusimos a charlar. Le convidé unas migas de mi galletita y tomó leche del plato del gato.

Después se acomodó en la palma de mi mano y dos lágrimas rodaron por sus mejillas.

- ¿Qué te pasa, Juan Piro?

- Extraño mi casita...- dijo con un suspiro.

- ¿Dónde vivís?

- En esa estrellita que está cerca de la luna- me dijo apoyando la nariz en el vidrio de la ventana.

- ¿Por qué no volvés?

- Por que la bruja Lamala me embrujó y ya no puedo volar- Y Juan Piro se puso a llorar.

- ¡Ah! ¡Te presto mi escalera! ¿Te sirve?

- No. Tu escalera tiene seis escalones y la escalera que yo necesito tiene que tener dos millones de escalones.

- ¿Por qué no le pedís a la bruja que te saque el hechizo?

- ¡No! Es tan mala la bruja Lamala que capaz que me convierte en fantasma.

Juan Piro tenía un problema de verdad y yo lo quería ayudar.

Por eso busqué algo. En el cajón de mi mesita de luz encontré un globo desinflado.

- ¿Y si te meto dentro de este globo, lo inflo y el viento te lleva a tu estrella?

- ¡Bueno! ¡Probemos!-

Puse manos a la obra. Inflé el globo violeta. Metí dentro a Juan Piro. Lo até con un hilo azul. Pero justo cuando el globo iba tomando altura ¡un mosquito lo pinchó! y el pobrecito de Juan Piro cayó sobré mis juguetes.

- ¡Ah! ¡Ay! ¡Aaaay! ¡Qué chichón me hice!

- ¡Ah! ¡Tengo una idea maravillosa!

- Espero que sea mejor que la idea del globo.

- Te regalo mi avión a pila. Con él vas a poder llegar a tu casita.

- ¡Iupi! ¡Iupi! ¡Viva! ¡Qué buena idea!

Juan Piro se acomodó dentro del avión, le di un beso en la punta de la nariz y le dije:

- ¡Escribime cuando llegues! ¡Chau! ¡Buen viaje!

- ¡Chau! ¡Gracias por todo!

Enseguida se elevó sin problemas. Le abrí la ventana y lo vi partir entre las ramas de los árboles.

Y como se fue Juan Piro, yo aquí me despido...











UNA JIRAFA EN LA CIUDAD

Silvia Beatriz Zurdo

La jirafa Roquelina es buena, paseandera y chiquilina. Hoy está de buen humor. Saluda al sol, a la flor, a todos dice:

-¡Adiós! ¡Me voy!- Y comiendo un bombón se va de paseo a la ciudad.

-¡Cuidate!- le dice su prima Camila.

-¡Mandame una postal!- le pide Pascual.

-¡Buen viaje!- dicen todos y la ven marcharse con su sombrero de paja y su mochila a rayas.

Roquelina camina y camina, de noche y de día, porque es una jirafa paseandera y chiquilina.

-¡Hola! Yo me llamo Damián. ¿Querés ser mi amiga?- le dice un chico pelirrojo con anteojos.

-¡Sí, claro!- contesta Roquelina.

-¡Vamos a casa así te conoce mi mamá!-

Y allá va el chico pelirrojo con anteojos, montado en la jirafa. Van hablando, cantando, soñando.

-¡Mamá! ¡Vení a ver a mi nueva amiga, la jirafa Roquelina!-

La mamá muy enojada, asustada y con las manos mojadas (porque esta tendiendo la ropa) grita furiosa que ya se vaya esa jirafa.

-¡Por favor que se quede hoy! Es muy buena, es mi amiga.

-¡No! ¡No! y ¡No!-

En ese momento, una ráfaga de viento, sopla tan fuerte que la ropa tendida de la mamá de Damián vuela por todas partes.

Roquelina, con cuidado, saca las sábanas enredadas en los árboles, las medias del techo y los pantalones enmarañados en la antena del televisor.

-¡Muchas Gracias, Roquelina! Si querés te podés quedar a vivir con nosotros.- propone la mamá de Damián.

Ahora, Roquelina, juega en la plaza con los chicos del barrio. Si algún barrilete se enreda entre las ramas de los árboles, ella lo saca. Todos la quieren mucho.

Por las noches cuando Damián, el chico pelirrojo con anteojos, duerme, Roquelina, la jirafa buena, paseandera y chiquilina lo espía por la ventana.



LOS DUENDES TRAVIESOS

( para el día de la primavera )
Silvia Beatriz Zurdo

Desde hace muchos años viven en las estrellas los duendes más traviesos del universo.

Cada mañana le hacen cosquillas al sol con las nubes del horizonte. Por las tardes juegan a la escondida entre los planetas. Pero lo que más les gusta es tirarse por el tobogán del arco iris después de cada lluvia. De tanto tirarse por allí la ropa se les manchó con polvo mágico de colores.

El hada primavera los cuida con ternura y a veces juega con ellos a la ronda.

Ella es tan amable y cariñosa, que los duendes le preparan, todos los años su fiesta de cumpleaños en la Tierra.

Invitan a las mariposas y a los animales del bosque que por eso deciden terminar sus días de hibernación. Los árboles estrenan trajes nuevos para esta ocasión tan especial. Los duendes adornan todo con flores multicolores y contratan a los ruiseñores y calandrias para regalarle al Hada Primavera las canciones más alegres.

Los duendes la llevan en una carreta de hojas verdes. Ella se sorprende al recibir tantos regalos. El sol le obsequia una corona de tibios rayos dorados. Los duendes le dan un collar de rosas rojas, las abejas perfume de jazmín y las mariposas una capa de luz y color.

Entre todos le cantan el feliz cumpleaños y ella sopla las velitas con una suave brisa.

Desde hace muchos años, cada 21 de setiembre los duendes más traviesos del universo le preparan al Hada Primavera su fiesta de cumpleaños. Se divierten tanto que la fiesta dura tres meses. Entonces regresan cansados, cada uno a su estrella, en una carreta de hojas verdes.




LOS DIBUJOS DE JAVIER

Silvia Beatriz Zurdo

Javier tiene cinco años y lo que más le gusta es dibujar. Dibuja y dibuja de día y de noche. Siempre sobre hojas blancas o papeles de colores pero nunca sobre muebles o paredes.

Dibuja con marcadores, lapiceras, lápices, témperas o crayones.

Hoy dibujó para su hermano un auto rojo. Lo mira de reojo. Le hace el motor y un volante marrón. También le dibuja un camino que llega al Japón.

Después dibuja a su familia. Todos sonrientes, con grandes manos para dar caricias y largos abrazos. No se olvida del sol, dos árboles y tres nubes pequeñas. A su mamá le gusta tanto que pone el dibujito con un imán, sobre la heladera.

Javier dibuja y dibuja. Dibuja perros y gatos. Aviones y camiones. Robots increíbles, marcianos enanos, peces, flores, juguetes, casas, frutas, y muchas cosas más

Si dibuja una bruja en una burbuja ella no lo embruja.
Dibujos en el cajón de su mesa de luz, dibujos sobre la mesa, dibujos en el ropero, dibujos y más dibujos.

Cada vez que la mamá escribe una carta a los abuelos, él elige algunos para enviarles y hasta les pone su nombre.

Hoy hizo a un elefante elegante, una foca loca, la lluvia, la luna y ciento noventa y ocho estrellas.

Javier está cansado. Ya todo ha guardado por eso este cuento aquí se ha terminado.




LEANDRO, EL INVENTOR

Silvia Beatriz Zurdo

Leandro vive en un departamento. El balcón es su lugar favorito.

Allí, con maderas, cajas, papeles y frascos vacíos, experimenta, inventa, y además hace muchos líos.

Construye robots, máquinas rarísimas y hasta dice que una vez fue a visitar a los dinosaurios con su máquina del tiempo.

Ahora está trabajando en su super cohete espacial super atómico aerostático, acuático, acústico y no sé cuantas cosas más.

Ajusta unos tornillos y... ¡Listo!

Busca en su mapa algún planeta para visitar.

Le pide permiso a su mamá. Se pone el casco espacial y ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Cero! ¡Despega...! con tan mala suerte que cae al fondo del mar.

Las sirenas hacen una ronda alrededor de la nave. Los pulpos, caballitos de mar y un cardumen de peces se acercan curiosos.

De pronto todos huyen. Leandro se da cuenta que tres grandes tiburones se acercan veloces.

Leandro toca el botón rojo de emergencia y la nave... se desintegra. Pero, Leandro, aparece en la bañera.

- No te olvides de lavarte las orejas.- Le dice su mamá.




¡QUÉ TARDE DIVERTIDA!

Silvia Beatriz Zurdo

CUENTO PARA QUE LOS NIÑOS VAYAN HACIENDO LOS SONIDOS CUANDO LAS PALABRAS LOS "INVITEN" A HACERLOS.

Suena el teléfono. Es la tía Analía que nos invita a dar un paseo por el zoológico. Grito de alegría y Popi mi perrita ladra dando vueltas.

Cuando suena el timbre estamos todos listos, menos Juano, mi hermano, que llora porque no quiere ponerse la campera.

Hay mucho tráfico y la tía toca bocina varias veces. Avanzamos unas cuadras y ¡el tren!. Esperamos hasta que las vías se levantan. Juano tose un poco y mamá nos da caramelos de miel.

Por fin llegamos. Sacamos las entradas y a mamá se le caen las monedas del vuelto.

Primero fuimos a ver los monos que chillaban pidiendo comida. Después visitamos la jaula de los leones. Me dan mucho miedo cuando rugen. Seguimos caminando y vemos pasar un avión. Lo saludamos con la mano.

¡Qué barullo hacen los loros! ¡Cómo aplauden las focas!

Todos disfrutamos de la tarde soleada. Comimos pochoclo y tomamos un helado. De regreso a casa, bostezamos una y otra vez en el asiento trasero del auto hasta quedarnos dormidos.

Recién nos despertamos cuando Popi ladra contenta al vernos llegar y mi hermano Juano llora porque quiere seguir paseando.




EL ARBOLIBRO MAGICO
Silvia Beatriz Zurdo

Mamá no entiende porqué todas las tardes me escapo a la casa de Doña Rufina.

Ella no sabe que en el patio de esta vecina hay un árbol muy especial: ES UN ÁRBOL CON HOJAS. Y ustedes se preguntarán qué tiene de especial un árbol con hojas. Lo que ustedes ni ella saben es que esas hojas son de libros de cuentos.

Apenas llego le doy un beso a Doña Rufina, una abuela simpática, capaz de contarme, de memoria todas las historias que se encuentran en esas hojas. Después me trepo, con cuidado a las ramas más altas y doy un paseo en la Alfombra de Aladino, o le indico el camino correcto a Caperucita. Un día me encontré con la hormiguita viajera y con Alicia nos fuimos al país de las Maravillas. Ayer estuve con Gulliver y los gigantes después que recorrí el fondo del mar en compañía de una bella sirena.

Una vez me caí al querer alcanzarle a Cenicienta el zapato que perdió en la escalera. Otro día me quedé dormida en la Isla del Tesoro. Pero lo que más gustó fue dar la Vuelta al mundo en 80 días con El Quijote de la Mancha, Martín Fierro y Mafalda.

Mi mamá no entiende porqué estoy siempre subida al árbol de Doña Rufina. Ella no sabe que tengo que esperar al otoño para que las hojas se caigan y pueda armar un libro mágico con ellas.



NATALIA Y LA ARAÑA

Silvia Beatriz Zurdo

Ni Natalia quiere ir a Italia ni esa araña quiere ir a España.

Natalia desea ir de vacaciones a la playa y la araña tiene sus mañas. Ella quiere dar una vuelta por el cielo...cielo raso.

Natalia sueña que es la dueña de un castillo de arena. Y la araña no se engaña. La mamá todavía no la dejará salir sola de la telaraña. Dice que es muy chica.

Una mañana con perfume a frutas maduras, Natalia cumple su sueño. Se van todos quince días a la playa. Ella pone en su mochila rosada casi nada. Su muñeca chueca, un balde, una pala y el rastrillo, un libro de cuentos y algunos caramelos.

¿Y la araña? Le pide permiso a su mamá y como la familia no está da un largo paseo por el cielo raso de toda la casa.






EL JARDÍN DE LA TÍA NORMA

Silvia Beatriz Zurdo

La tía Norma tiene un gran jardín perfumado y florido. Cuando hace calor, la tía riega las plantas sedientas. También saca los yuyitos de los canteros.

Una tarde calurosa, el pino se puso a llorar, porque las otras plantas se burlaban y se reían de él.

- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Vos no tenés flores. Te faltan los colores.

- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!- le cantaban a coro los rosales y los claveles.

- Por eso no te visitan las abejas y las mariposas. No tenés amigos- le dijo el jazmín.

- Además sos muy desordenado. Tirás las piñas por cualquier lado- le reprochaban los geranios y las azucenas.

- Nunca te cambias la ropa. ¡Todo el año con las mismas hojas.- Le criticaban margaritas y malvones.

El pino escuchaba callado. Estaba muy triste.

- ¡Basta! ¡Son unas flores muy presumidas! El pino, muy pronto, les va a dar una sorpresa.

El pino no entendía nada. Esa noche no pudo dormir. Cuando el sol todavía no se había levantado, la tía Norma apareció con una caja enorme y puso manos a la obra. Como las otras plantas dormían no se dieron cuenta de nada.

Cuando se despertaron, no lo podían creer. El pino no tenía flores pero sí estrellas doradas y luces de todos colores. Las mariposas, las abejas y los pajaritos se acercaban a curiosear. Jugaban a la escondida entre los adornos de Navidad.

- Nos equivocamos, don Pino. ¿Nos perdona? Estamos arrepentidas.- dicen todas las plantas a coro.

El pino, que no es rencoroso las perdonó. ¿Saben? Sus espinas no pinchan.

El jardín de la tía Norma es el más hermoso, porque tiene un pino que todas las noches regala melodías iluminadas y tiene flores coquetas y perfumadas.


Cuando te cuento un cuento
te veo contento
Cuando te cuento un cuento
miro y te encuentro.
Y colorado colorín...
guitarra y violín...
mañana te cuento otro
pero este llegó al fin.