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domingo, 17 de junio de 2012

CUENTOS PARA NIÑOS


¡QUÉ AVENTURA!


Silvia Beatriz Zurdo


La moneda se escapó sigilosa por el agujero del bolsillo de Mario.

Cayó sobre la vereda y sin pensarlo dos veces empezó a caminar, mejor dicho a rodar.

-¡Cuidado!- le gritó el semáforo. - ¿No ves que estoy en verde y están pasando los autos?-

Temblando, asustada, esperó la luz roja y cuando los peatones cruzaron la avenida, ella también lo hizo, esquivando los pasos apurados de las personas.

Justo cuando estaba por caer a un bache, una señora la vio y la metió en su cartera. ¡Qué oscuro estaba allí dentro!

-¡Socorro! ¡Sáqueme de aquí!- gritaba, enredada entre el pañuelo, un paquete y los documentos.

Pero cuando la señora abrió la cartera para pagar al colectivero, de un salto fue a parar sobre la bocina y se bajó en la siguiente parada.

Por suerte llegó a una plaza y como el sol de la mañana brillaba tibio decidió dar un paseo. Muy entretenida, en el tobogán, no vio que una paloma se le acercaba.

-¡No!-. ¡Por favor palomita! ¡No se te ocurra!- ¡No! -suplicaba de rodillas. Pero la paloma la tomó con el pico y se elevó por el aire sin escucharla.

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Me mareo con la altura! ¡Te lo ruegoooo...!¡Déjame bajar!-

La paloma parecía no entenderle. Pronto llegaron al nido (que sobre el árbol más alto de la plaza). Ella la acomodó debajo de una de sus alas, entre los tres pichones. Estaba tan cansada que se durmió.

Cuando despertó..., la moneda se dio cuenta que aún estaba en el bolsillo de Mario y de que todo había sido un sueño.

Pero quiso desperezarse, se estiró muy bien. Espió y ahora sí se escapó sigilosa por el agujero del bolsillo de Mario.

                                                               


LA HISTORIA DE JOAQUÍN


Silvia Beatriz Zurdo


Joaquín era un chico...chico. Algo ingenuo, bastante sagaz, muy locuaz, pero sobre todo Joaquín era fantasioso y parlanchín.

-Mamá Mamá en el Jardín hay dos caballos que se están comiendo las flores

-¿Qué? ¿Cómo?¿cuándo? ¿Por qué? ...¡¿Dónde están?!-

-Es que ya se marcharon mamá. Uno era blanco y el otro negro. Menos mal que yo grité y se fueron rápido, rápido-

La verdad es que la mamá no vio ningún caballo. No le dio importancia al asunto y siguió preparando el almuerzo.

Otro día en el Jardín pero, no el de su casa, en el Jardín de Infantes pidió permiso para ir al baño y de regreso entró corriendo a la sala

-Señorita, señorita...allá en el patio unos chicos grandes están rompiendo los juegos.-

-¿Qué? ¿Cómo?¿Cuándo? ¿Por qué? ...¡¿Dónde están?!-
-Se deben haber ido mientras yo vine a buscarla seño...eran muchos y malos...-
-Bueno, bueno ¡entremos!-

La verdad es que la señorita no vio ningunos chicos rompiendo los juegos. No le dio importancia al asunto y siguió preparando la témpera verde para que los chicos pintaran


Papá, papá, .hay una víbora, hay una víbora debajo de mi cama, ¡¡dale vení rápido!!

-¿Qué? ¿Cómo?¿cuándo? ¿Por qué? ...¡¿Dónde está?!-

La verdad es que el papá no vio ninguna víbora debajo de la cama. No le dio importancia al asunto y siguió cambiando el foco de luz que se había quemado.


Otro día Joaquín vio una bruja volando en su escoba, al lobo metido adentro del ropero, lápices que bailaban sobre la mesa ¡y hasta un árbol que hablaba!


Todos pensaban que Joaquín, lógicamente, estaba mintiendo y comenzaron a retarlo y a mandarlo en penitencia cuando inventaba alguna historia. Ésto fue peor...entonces apareció un cocodrilo en la bañadera, Peter Pan salió al abrir la heladera y cuatro dinosaurios bailaban la tarantela...

Los grandes cambiaron de técnica.

La señorita del Jardín le contó el cuento de Pedro y el lobo. La mamá y el papá le hablaron con paciencia sobre la importancia de decir la verdad y descubrieron que en realidad Joaquín era algo ingenuo, bastante sagaz, muy locuaz fantasioso y parlanchín.

La abuela le regaló un cuaderno grande y marcadores de muchos colores para que Joaquín dibujara todo lo que veía.

Joaquín resultó ser un excelente dibujante.

Los grandes descubrieron que en estos casos es mejor escuchar, darle importancia al asunto y que una ración extra de mimos es un buen remedio.


                                                       


MI TÍO NÉSTOR, EL MAGO


Silvia Beatriz Zurdo


-¿Qué hora es, mamá?-

-Todavía es temprano.-

Nacho sale por centésima vez a la vereda. Nada. Se sienta en el umbral de la puerta. Rumia impaciencias. Mira el reloj. Está aburrido. Vuelve a entrar. Pericles, el perro de Nacho, se marea siguiéndolo de aquí para allá. El pequinés ladra bajito, mueve la cola y busca con la mirada, los ojos de su dueño. Nacho no se da cuenta...Tiene otras preocupaciones. Busca la mochila para terminar los deberes de matemática.

-Mamá, ¿cuándo llega el tío?-

-Falta poco. ¿Te ayudo con la tarea?-

Sin muchas ganas, Nacho suma...rabia, resta...minutos a la tarde, multiplica su ansiedad. Quiere resolver un problema de regla de tres simple.

-Planteo...Solución...respuesta...¡Timbre!, ¡Es el tío!, ¡Llegó el tío!-

Levantarse, abrir la puerta, abrazar al tío y llora de alegría fue todo una sola cosa.

El tío Néstor es mago del circo que llegó hoy a Rosario. Es mago y de los buenos. ¡A Nacho le gusta tanto ver sus trucos!

Mientras mamá prepara la merienda, Nacho se prueba la galera y practica pases mágicos con la varita.

Desde un rincón, Pericles observa indiferente.

Mientras toman leche chocolatada y comen torta de manzanas, todos se ríen de las ocurrencias del tío, escuchan con atención las anécdotas y después miran fotos de las ciudades en las que estuvo el circo este último año.

Al único que no le interesa la visita del tío, es a Pericles. Bosteza. Espía silencioso.

-Bueno, ya me tengo que ir. ¡Tomá, Nacho! Son entradas para la función de esta noche.-

-¡Gracias, tío! ¡Te quiero mucho! ¿Por qué no te quedás otro ratito?-

-No puedo...tengo que prepararme para el acto.-

-Está bien, tío. Después nos vemos.-

Nacho le ayuda a subir las cajas al auto que se marcha con rapidez.

-Mamá ¿Y Pericles?-

-Salió atrás tuyo cuando fuiste a despedir al tío. Debe haber ido a dar un paseo ¡Pobrecito! Hoy no le prestaste atención.-

-Sí, tenés razón...pero...no todos los días viene el tío. La última vez fue en el verano, hace casi un año.-

Esa noche, estábamos puntualmente en la boletería. Nos ubicamos en la platea. ¡Nacho está tan emocionado! Su corazón late con rapidez. Se le entrecorta la respiración. Le transpiran las manos. Por fin el maestro de ceremonias presenta el primer número: los payasos. Después fueron los equilibristas, los bailarines, los malabaristas, hasta que llegó la hora del tío Néstor: el mago. Comienza con sus trucos. Silencio...Aplausos...Nuevamente silencio...y más aplausos. Saca un kilómetro de pañuelos de la manga. Hace desaparecer y aparecer billetes. Cambia de color a un ramo de flores y prepara la galera para el gran final.

-¡Abra cadabra, patas de cabra!-

Y de la galera sale volando una paloma.

-¡Abra cadabra, patas de cabra!-

-Mamá, seguro que ahora salen los conejos.-

Observo que el tío me busca entre la gente con ojos desorbitados. Saca algo de la galera. ¡No es un conejo! ¡Ladra fastidiado!

-Mamá...¡Es Pericles!-

                                                                       


PICOPICÓN Y EL SOL


Silvia Beatriz Zurdo


Hace ya varias semanas que los días transcurren nublados. Los chicos y los grandes extrañan al sol.

Los árboles se ven tristes y los pájaros no tienen ganas de cantar.

Sólo Picopicón, el gorrión se dio cuenta que eso no era normal.

Por eso voló muy alto hasta las nubes y desde allí llamó al sol a los gritos, mejor dicho con dos potentes pio pio.

El sol asomó su melena dorada y le contó que se le habían perdido tres rayos, por eso le daba mucha vergüenza y se cubría con las nubes.

Picopicón prometió ayudarlo. Tenía que encontrar esos rayos antes de que fuera demasiado tarde.

Buscó debajo de los puentes, dentro de las fuentes, entre los rosales, sobre los techos, hasta espió en las alcantarillas, pero nada.

Ya se daba por vencido cuando esa mañana los vio deslizándose por el tobogán de una plaza. Picopicón los llamó y les suplicó que regresaran. El sol los necesitaba.

Los rayitos traviesos ya satisfechos después de unas divertidas vacaciones ascendieron entre las copas de los árboles . Como por arte de magia las nubes fueron abriéndoles un sendero. El sol les tiró las orejas. Ellos pidieron disculpas y se acomodaron en la cabellera del astro rey.
Grandes y chicos, árboles y flores, gatos, perros, pájaros y bichos sonrieron cuando despertaron esa mañana. Todo había vuelto a la normalidad gracias a Picopicón el único gorrión que ayudó al sol.
                                                                             

SECRETO DE VACACIONES


Silvia Beatriz Zurdo


Vacaciones de invierno. Tarde fría, lluviosa y aburrida. Demasiado aburrida.

Mi hermana fue al cumpleaños de una amiga. Mamá está ocupada y papá trabaja.

Busco en mi habitación algo con qué entretenerme.

Y veo, sobre un estante, la caja secreta de mi hermana. Ella nunca me deja tocarla. Esta es mi oportunidad.

La bajo con cuidado. Me siento sobre la alfombra y la abro.

No lo puedo creer. Salen volando seis mariposas, tres palomas y unas cuantas abejas. Me asusto tanto que la tapo nuevamente. Pero soy muy curioso y la vuelvo a destapar. Ahora me salpican las olas del mar. Meto la mano y saco un poco de arena, dos caracoles y una estrellas de mar! No lo puedo creer. ¡Debo estar soñando! Me acerco y miro. La caja parece no tener fondo y me meto dentro. Doy vueltas en una calesita, me trepo a los árboles y tomo un rico helado. La estaba pasando muy bien hasta que llegó mi hermana.

Ella me saca la caja. La tapa. Luego, me quiña el ojo y me dice:

-Este será nuestro secreto.-

Por favor, vos no se lo digas a nadie que la caja de mi hermana es mágica. ¡Gracias! Prometo que algún día te la voy a prestar. A vos ¿qué te gustaría sacar?


                                             


LA HISTORIA DE UNA HOJA...DE CARPETA


Silvia Beatriz Zurdo




Era un hoja de carpeta.

Tenía algunas palabras escritas y un manchón.

Por eso quedó olvidada debajo del pupitre de una escuelita rural.

Como ya habían comenzado las vacaciones la hoja, aburridísima, suspiraba y dormía todo el día.

Una vez soñó que un chico hacía con ella un avión y llegaba hasta las nubes blancas. Otra vez que la convertían en barco y que viajaba por ríos y mares.

Una mañana los pintores llegaron a la escuela con baldes y pinceles y corrieron los bancos dispuestos a acondicionar las aulas.

Con tanto movimiento la hoja cayó al suelo.

Uno de los pintores la pisó dejando la huella de su zapatilla marcada sobre los renglones y ¡no sólo eso! sino que también la manchó con unas gotas de pintura verde que salieron del pincel que llevaba en la mano.

Una corriente de aire la elevó. Sorprendida salió por la ventana y los tibios rayos del sol la reconfortaron. ¡El cielo le pareció tan celeste!

¡Siempre había querido volar!

Pero no lo hizo por mucho tiempo ya que el viento se fue quien sabe donde y la hoja cayó justo en medio de una plaza.

Los chicos hicieron con ella una pelota. Era bastante doloroso estar tan arrugada. Entonces uno de los chicos la guardó en el bolsillo. Allí se encontró con una hoja de diario, un trozo de papel para envolver regalos y varios tickets de mandados.

Los papeles chocaban entre sí y todos estaban de mal humor.

Eso sólo fue por un rato ya que el chico los puso sobre la mesa.

La hoja de papel se aterrorizó con los gritos de los otros papeles cuando el niño los cortaba en pequeños pedacitos.

Le llegó el turno a ella y sintño que no era para tanto escándalo.

Por suerte después los pusieron el agua fresca.

Pasaron los días y ya no se sentía tan sola. Creció la amistad con los otros papeles. Estaba cada vez más unidos. Muy juntos fueron perdiendo el agua.

El niño los vigilaba de cerca. La hoja de carpeta había cambiado mucho en esas vacaciones. Tanto que ahora era un papel reciclado en el que el niño hizo un hermoso dibujo para regalarle a su abuela.




EN LA GRANJA


Silvia Beatriz Zurdo


En aquella granja corrían muchos rumores.

El gato se quejaba del perro porque aquel ladraba todo el día y a cualquier cosa.

El gato pensaba que el perro era molesto y poco inteligente ya que hasta le ladraba a su propia cola.

El perro varias veces había manifestado que el gallo lo molestaba cuando cada mañana cantaba con el alba. Decía que el gallo era muy desafinado.

El gallo rezongaba. Pensaba que las vacas estaban gordas y que se pasaban el día comiendo, tristes y aburridas.

Las vacas protestaban. Veían a los inquietos caballos No entendían como podían ir al galope de aquí para allá.

Chismes iban. Chismes venían. En la granja la convivencia se hacía difícil porque sólo tenían ojos para ver lo negativo.

Un día los animales escucharon hablar al granjero con su esposa.

  • ¡Te has fijado, -decía el hombre- qué hermosos animales tenemos! El gato es el mejor cazador de ratones, el perro es fiel y guardián, el gallo nos despierta con su canto cada mañana, tenemos las mejores vacas lecheras de la región y los caballos son resistentes y veloces. Somos muy afortunados.

Los animales se miraron unos a otros por un largo rato entonces, por fin, comprendieron que a pesar de que eran todos diferentes, (cada cual con sus costumbres y características), todos tenían algo bueno y que como había hecho el granjero sólo necesitaban ver el vaso medio lleno y no medio vacío si querían lograr una mejor convivencia.

                                                                   
                                                                         

LOS GATOS


Silvia Beatriz Zurdo


Rosita y su familia decidieron salir de vacaciones unos días.

Ellos tenían una linda gata blanca.

La familia decidió dejarle comida y suficiente agua en el galpón ya que eran muy pocos días y no la podían llevar.

La sedosa y ágil gata blanca entraba y salía por un pequeño ventiluz.

El primer día todo transcurrió con tranquilidad.

Al otro día la gata linda decidió ir a visitar a sus amigos de la otra cuadra. Cuando regresó estaba hambrienta. Trepó por la pared hasta el ventiluz y no podía creer lo que vio: un enorme y sucio gato negro estaba comiendo de su sabrosa comida.

Protestó, amenazó, chilló, lloró, grito...nada. El gato gordo ni se movía. Comía y comía. Después de un largo rato, ya satisfecho, cuando quiso saltar para salir por la ventana ¡no podía porque estaba tan pesado!

La gatita se reía a más no poder.

El gato negro intentaba una y otra vez . Estaba exhausto

. El esfuerzo le dio hambre y otra vez comió. La comida le dio sed y tomó otro poco de agua.

La gata blanca comenzó a preocuparse. Ese enorme gato pulguiento le estaba comiendo su comida. Ambos estaban de muy mal humor. Ella decidió hacer algo, pero sus amigos se negaron a ayudarla porque todos le temían al gatazo.

Y así pasaron los días. Se acabó el agua y la comida.

Ambos estaban desesperados.

En un último intento la gata blanca entró por el ventiluz. Se miraron...se dijeron cosas horribles, se pelearon, rompieron varias cosas y el gato negro ahora sí huyó.

La gatita estaba desesperada. Lloraba y lloraba a los cuatro vientos.

Por suerte esa tarde llegaron Rosita y su familia de regreso.

Al ver a la pobre gatita hambrienta y el lío que había en el galpón se comprometieron a ser más responsables con su linda mascota.

                                                                   


MI GLOBO ROJO


Silvia Beatriz Zurdo


Tengo un globo rojo que quiere volar.

Sospecho que desde que esa mariposa charlatana le dijo que más allá del sol hay un arco iris de caramelo que comienza en las montañas y termina en la luna, mi globo rojo tiene curiosidad por conocer ese extraño lugar.

Ayer lo encontré subido a un árbol.

Hoy le hizo mil preguntas a un barrilete viajero que jugaba con el viento. Pero, el barrilete nunca había visto ese dulce arco iris.

A pesar de que yo lo sostenía bien su colita de hilo, hoy sin pedir permiso. ¡Se escapó!

Lo vi alejarse de la mano de la mariposa chrarlatana.

No sé si el arco iris existe.

De lo que sí estoy seguro es de que esta noche mi globo rojo jugará a la ronda de las estrellas de azucar y dormirá en un nido.

Cuando mañana salga el sol, jugará a las escondidas con otra mariposas, coocerá los peces y acariciará todas las flores.

Yo tenía un globo rojo Se fue volando...y no me quiso llevar...otra vez será...

                                                                     


LA TÍA ANALÍA


Silvia Beatriz Zurdo


La tía Analía llega siempre con alguna sorpresa que pesa dentro de la cartera. Más que cartera parece una galera de mago. Hasta una vez me trajo una pecera con tres peces de verdad.

Yo la quiero mucho porque me hace mimos y me cuenta historias

Hoy me trajo caramelos perfumados de frutilla y una gran caja de lápices de colores.

-¿Me dibujas una pato?-

Y la tía hizo un gato verde.

. -¡No un gato verde! ¡Un pato amarillo!-

Y la tía usó el lápiz amarillo para hacer un sol.

-¡No tía! ¡No era ni un gato verde ni un sol amarillo!

Y la tía usó el lápiz amarillo para dibujar un sol

-¡No tía! No era ni un gato verde, ni un sol amarillo, era un pato en la laguna.

¡Y la tía dibuja una luna como un plato!

A veces a la tía Analía le gusta hacerme enojar, pero igual nos divertimos.

Y al final al pato lo tuve que dibujar yo ¿Les gusta?(dibujo de pato)

                                                                                

EL BICHITO DE LUZ, SIN LUZ


Silvia Beatriz Zurdo


Biluli es un bichito de luz muy pequeño. Le gusta jugar a la escondida con la abejita Melina y a la rueda rueda con sus primos.

Un día se escondió atrás de un cactus y su farolito se estropeó. Biluli, ahora, es un bichito de luz sin luz. Está muy triste porque los otros bichitos de luz se burlan de él.

-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

Por esconderse en un cactus

su farolito se apagó.

Ahora lo llamaremos

Biluli tontín, tontón.

¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!-


La abejita Melina, que es su amiga, le dice

- No te preocupes, Biluli. Yo conozco a un elefante que vive en la laguna. El nos va a ayudar. ¡Vamos!-


Aleteando despacio, bajo la luz de la luna llena, llegan pronto a la laguna. El elefante Tomás ya se puso su gorro para dormir. Los sapos de la laguna cantan a coro:

"¡Croc, croc, croc, vamos a cantar,

toda la noche, croc, croc, croc!"-

-Elefante Tomás ¿mos harías un favor?-

-¡Sí, claro!-

-Mi amigo Biluli pinchó su farol con un cactus. Vos con tu trompa ¿ pescarías esa estrella, que una vez se cayó en la laguna, para él?-

Y por arte de magia, el elefante Tomás, toma con su trompa aquella estrella fugaz y se la pone con cuidado en la colita de Biluli.

-¡Qué brillante! ¡Gracias! ¡Muchas gracias!-

Los otros bichitos de luz no lo pueden creer . Se acercan para ver el nuevo farolito de Biluli. Le piden perdón por haberse burlado y lo invitan a jugar. A la abeja Melina también. Jugaron y bailaron toda la noche, mientras los sapos en la laguna cantan:

-¡Croc, croc, croc

una estrella se cayó.

¡Croc, croc, crac

pero vuelve a brillar"-

                                               
EL CABALLITO DE MADERA


Silvia Beatriz Zurdo


¡Tris! ¡Tras! ¡Tris! ¡Tras! Se hamaca Manuela en su caballito de madera. ¡Tris! ¡Tras! Para adelante y para atrás! ¡Tris! ¡Tras! ¡¡¡Crash!!! Y el caballito de madera se rompe.

-¡Gua! ¡Gua! ¡Shiii! ¡Shii!. ¡Mamá! ¡Mamá! ¡se rompió mi caballito de madera.-

dice muy triste Manuela.

-No llores, Manuela.- la consuela su mamá.- ¿Querés pasear por la vereda con el triciclo que te regaló la abuela.-

-¿Y mi caballito de madera?-

-Cuando papá vuelva del trabajo le decimos que lo arregle. ¿Te gusta la idea?-

-¡Bueno! ¡Vamos a la vereda!-

Manuela pasea en el triciclo para un lado, para el otro. ¡Pi! ¡Piii! Suena la bocina.

¡Piiii! ¡Pi! Dobla en la esquina.

¡Pi! ¡Piiii! ¡Crashhh! Manuela tropieza con una piedra grande. Se rompe una rueda.

-¡Gua! ¡Guaaaa! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Shiii! ¡Shiiiii! ¡Se rompió mi triciclo!- llora Manuela

-¡Pero!...Bueno, no llores. Cuando papá tenga tiempo lo arreglará.-

-¡Gua! ¡Guuuuaaa! ¡Yo qui...quie...quiero ju...gaaar!-

-¿Y si te doy lápices para dibujar?-

-Bu...bue...bueno. Si.- Contesta Manuela con lágrimas en los ojos.

La mamá le da hojas blancas y una gran caja con lápices de todos colores.

Manuela dibuja "¡UN MAGO!". Negra, la galera. Rojos, los zapatos.

Azul, el pantalón. Verde, la chaqueta. A la gran varita mágica le pone una estrella multicolor. Manuela le da un beso ¡Mmmshh! al magode su hoja. El mago, sonríe.

-Manuela, ¡querés que arregle tus juguetes- le pregunta con voz de papel.

-¡Sí! ¡Sííí!-

-Y ahora las palabras mágicas. ¡Chunga! ¡Chunguete! ¡Que se arreglen los juguetes! ¡Adelante y atrás! ¡Que no se rompan más!-

-¡Muchas Gracias! ¿Sabe una cosa, señor mago? Usted se parece muchísimo a mi papá.

Manuela le da otro beso y guarda el dibujo en su bolsillo.

¡Tris! ¡Tras! ¡Tris! ¡Tras! Se hamaca Manuela en su caballito de madera

¡Pi! ¡Piiii! ¡Pii! Y después pasea en triciclo por la vereda.


                                           

LA CALESITA


Silvia Beatriz Zurdo


Tenía una cajita de música. Era una calesita tan pequeña que entraba en la palma de mi mano. Cuando le daba cuerda giraba al compás de una música alegre y juguetona. Me gustaba dormirme, por la noches, con las caricias de mamá sobre la almohada, con un beso de papá sobre la frente y con el ¡tin! ¡tintintin! ¡tintin! ¡tin! De mi calesita perfumando el aire. Por las mañanas, cuando salía el sol,

la sorprendía dormida, soñando, tal vez, con un paseo en bicicleta o un alfajor de dulce de leche. ¿Quién sabe de qué se tratan los sueñosde calesitas musicales?

Una tarde fui a la plaza con mi abuela. Quise llevar la cajita de música. Y pasó lo que tenía que pasar. Jugué en las hamacas. Tomé un helado de limón y corrí entre las flores espantando a todas las palomas. No me di cuenta. Me olvidé la calesita sobre un banco de la plaza. Mi mamá ya me había dicho que si la llevaba la iba a perder. Yo no le hice caso. Me encapriché, pataleé y la llevé. Y

como ella dijo, la perdí.

Esa noche lloré, lloré y lloré. No podía dormir porque extrañaba el ¡tin! ¡tintintin! ¡tintin! ¡tin!. La luna parecía divertida a través de la ventana. Las estrellas bailaban, dando vueltas en el lugar. Como mi calesita. La oscuridad se llevó mis suspiros y casi todas mis lágrimas (se olvidó muy distraída dos o tres sobre mis mejillas). El coro de grillos de mi patio me consoló y sin pensarlo

me dormí...

Al otro día, seguía muy triste. Por eso mi abuela me volvió a llevar a la plaza. Esta vez le hice caso a mi mamá y no quise ningún juguete. Por las dudas. Cuando llegamos no me hamaqué, ni comí helado de limón y las palomas disfrutaron tranquilas de los tibios rayos del sol. ¿Saben por qué? Porque encontré mi calesita.

¡Si, como lo están escuchando! ¡La encontré! Aunque estaba un poco diferente. Seguro que los duendes de la noche usaron su magia. O tal vez el beso de una estrella rompió el hechizo. Yo creo casi con certeza que fue la luna. Sí, allí estaba mi calesita musical. Ya no entraba en la palma de mi mano, porque era una calesita de verdad.

Ahora muchos chicos pueden disfrutar de su musiquita cantarina.

Ahora puedo subirme a sus caballitos y galopar hasta las nubes. Y cuando tengo ganas la invito a mi abuela a un viaje en avión. Pero ella prefiere quedarse sentada en el banco de la plaza saboreando un helado de limón.

                                                                                    

CARMINA, BLANCA COMO HARINA


Silvia Beatriz Zurdo




Carmina es una nube muy pequeña. Usa un vestido blanco como la espuma del mar, blanco como harina y el pañuelo de mi tía. Carmina está aburrida. En el cielo celeste no hay ninguna nube para jugar. Algunas fueron de paseo a las montañas y otras están durmiendo la siesta.

-¿Qué te pasa, Carmina?- le pregunta el viento que es su amigo.

-¡Quiero jugar! ¡Estoy aburrida! Mis amigas están tan lejos que cuando las llamo no me pueden escuchar.-

-No te preocupes. Yo las voy a buscar.-

-¡Gracias amigo!- le dice Carmina al viento, mientras lo ve alejarse haciendo grandes remolinos.

Y con un coro de ¡UUUhhhhhh! ¡UUUUUUUhhh! graves y agudos, el viento llama a las otras nubes.

Llegan de a una y Carmina las invita a jugar a la ronda. Después de un rato son tantas que se amontonan, se empujan y chillan.

-¡Eh! Tené cuidado! ¡Me pellizcaste!-

-¡No! ¡Yo no fui! Fue ella.-

-¡Ay! ¡No me empujen!- grita una nube azul.

-¡Ufa! ¡No me aprieten!- dice la nube más pequeña.

Están haciendo tanto ruido que despiertan a Don Trueno. Está tan enojado que les gruñe un buen reto, entre relámpagos y tirones de orejas.

Las nubes, muy asustadas se ponen a llorar. Lloran, lloran y lloran sin parar. Entre lágrimas y pucheros le piden perdón a DonTrueno.


-¡Prometemos portarnos bien y no pelear más!- dicen todas las nubes con un suspiro.

Don Trueno se calma. Más tranquilo las perdona y las consuela para que no lloren más. Pero como las nubes siguen llorando desconsoladas, Don Trueno le pide ayuda al viento y al sol.

El viento juega con las nubes al tren y el sol les regala un arco iris multicolor para usar como puente. Carmina es la máquina. El viento es la locomotora. Todas las nubes cantan y juegan sin pelear.

-¡Martín Pescador me dejará pasar.

Pasará, pasará pero el último quedará!-

Y allá van las nubes, pasando de a una debajo del arco iris, mientras el sol las acaricia con tibios rayitos dorados.

                                                                             


FELIPE, UN PEZ DEL ARROYO


Silvia Beatriz Zurdo


Felipe es un pez azul. Sus aletas y su cola son rojas. Felipe vive en un arroyito de aguas claras y limpias. Le gusta pasear entre las piedras de colores y jugar a la mancha con sus amigos.

Felipe es muy feliz. Es libre. Por las noches, recostado en su cama de musgo fresco, observa el cielo. A veces está estrellado, otras veces nublado. Cuando el sol le hace cosquillas sabe que es hora de levantarse, entonces, con cuidado, busca las migas de pan y galletitas dulces que los chicos le regalan al ir a la escuela.

-¡Buenos días, Don Bagre!-

-¡Buenos días, Felipe! ¿Dónde vas?-

-Me voy a explorar el arroyo. Como los chicos están de vacaciones, ya no hay migas de pan para comer en este lugar.-

-¡Tené cuidado! El Dorado me contó que está mañana vio a unos hombres con cañas de pescar y redes.-

-¡Gracias por avisarme! Pero yo no les tengo miedo.-

Y así, como Felipe es un pez muy valiente y curioso sigue su camino. Tranquilo, inspecciona unas grandes rocas, y no se da cuenta que una señora lo mete dentro de un frasco de vidrio.

-¡Socorro! ¡Auxilio! ¿Dónde me llevan?- grita Felipe un poco mareado.

Ahora, Felipe vive en una pecera. Tiene piedritas de colores y una cama de musgo. Pero está muy triste porque de noche, no puede ver si el cielo está estrellado o nublado. Ya no lo despierta el sol con sus cosquillas doradas, ni puede buscar las migas de pan que le regalan los chicos. Pero lo que más extraña es la libertad y a sus amigos para jugar a la ronda.

En la pecera viven otros peces de colores, pero hablan otro idioma y son antipáticos. Entonces, Felipe se vuelve rebelde, peleador, golpea el vidrio de la pecera, no quiere comer y se queda solo en un rincón, como si estuviera en penitencia.

Una mañana, se despierta y se asusta mucho cuando descubre que está dentro del frasco. A pesar que Felipe es un pez valiente y muy curioso, está temblando de miedo.

Felipe no lo puede creer. La señora lo lleva de regreso a su arroyito de aguas claras y cristalinas. Es libre otra vez. Está tan emocionado que da vueltas y vueltas sin parar.

Sus amigos le dan la bienvenida y esa noche hay fiesta en el arroyo. Los sapos cantan mientras la luna sonríe en el cielo estrellado. Felipe y sus amigos bailan felices, hasta que el sol les hace cosquillas a todos.

                                                                          


CUENTO CON CANTO


Silvia Beatriz Zurdo


Esta historia ocurrió en la cocina de la casa de mi vecina.

Un grillo desafinado se escondió tras la heladera y cada noche cuando su serenata suena despierta a platos, vasos, cacerolas, cubiertos y hasta la Gata Lola.

El colador de muy mal humor protesta en la alacena.

El cucharón se tapa los oídos en el cajón.

Las tazas no entienden qué pasa.

La sal y la pimienta ni se despiertan.

Las copas y los platos se quejan pues quieren dormir

La cuchara de madera espía tras la heladera y descubre al grillo.

La canilla dice que la solución es muy sencilla

Le piden al rayador, músico de profesión que le de algunas clases de afinación al grillo cantor.

Dicho y hecho.

Ahora todo ha cambiado

Ya no es más el grillo desafinado

Ahora es un músico consagrado.

No sólo da conciertos en la cocina sino que lo invitan a otros salones e incluso canta serenatas en los balcones.

                                                                        


JUAN PIRO


Silvia Beatriz Zurdo




No sé cómo sucedió. Una tarde lo encontré durmiendo en mi almohada. Juan Piro se asustó cuando me vio. Yo también me asusté cuando lo ví. Pero enseguida nos pusimos a charlar. Le convidé unas migas de mi galletita y tomó leche del plato del gato.

Después se acomodó en la palma de mi mano y dos lágrimas rodaron por sus mejillas.

- ¿Qué te pasa, Juan Piro?-

- Extraño mi casita...- dijo con un suspiro.

- ¿Dónde vivís?-

- En esa estrellita que está cerca de la luna- me dijo apoyando la nariz en el vidrio de la ventana.

- ¿Por qué no volvés?-

- Por que la bruja Lamala me embrujó y ya no puedo volar- Y Juan Piro se puso a llorar.

- ¡Ah! ¡Te presto mi escalera! ¿Te sirve?-

- No. Tu escalera tiene seis escalones y la escalera que yo necesito tiene que tener más de dos millones de escalones.

- ¿Por qué no le pedís a la bruja que te saque el hechizo?-

- ¡No! Es tan mala la bruja Lamala que capaz que me convierte en fantasma.-

Juan Piro tenía un problema de verdad y yo lo quería ayudar.

Por eso busqué algo. En el cajón de mi mesita de luz encontré un globo desinflado.

- ¿Y si te meto dentro de este globo, lo inflo y el viento te lleva a tu estrella?-

-¡Bueno! ¡Probemos!-

Puse manos a la obra. Inflé el globo violeta. Metí dentro a Juan Piro. Lo até con un hilo azul. Pero justo cuando el globo iba tomando altura ¡un mosquito lo pinchó! y el pobrecito de Juan Piro cayó sobré mis juguetes.

- ¡Ah! ¡Ay! ¡Aaaay! ¡Qué chichón me hice!-

- ¡Ah! ¡Tengo una idea maravillosa!-

- Espero que sea mejor que la idea del globo.-

- Te regalo mi avión a pila. Con él vas a poder llegar a tu casita.

- ¡Iupi! ¡Iupi! ¡Viva! ¡Qué buena idea!-

Juan Piro se acomodó dentro del avión, le di un beso en la punta de la nariz y le dije:

- ¡Escribime cuando llegues! ¡Chau! ¡Buen viaje!-

- ¡Chau! ¡Gracias por todo!-

Enseguida se elevó sin problemas. Le abrí la ventana y lo vi partir entre las ramas de los árboles.

Y como se fue Juan Piro, yo aquí me despido...

                                                                                     

¿QUIEN ROBO LAS COSAS?



Luisa, Federico, la mamá, el papá y la abuela están sentados en el sillón. Tienen cara de enojados, preocupados y asombrados.

-Hoy desaparecieron mis pantuflas nuevas.- dice la abuela.

-Hoy desapareció el despertador. ¡No tenemos reloj!.- exclama la mamá.

-Eso no es nada. Hoy también han robado las llaves del auto.-dice el papá rascándose la cabeza.

-También falta mi muñeca preferida.- explica Luisa con lágrimas en los ojos.

-A mí me falta la mochila. No puedo hacer los deberes para mañana.- Se queja Federico.

Como ya buscaron por toda la casa deciden llamar a la policía.

Muy pronto llega el detective. El papá le explica lo que pasa y con cautela y precaución comienza la investigación.

Siguen todos una pista, cruzan el patio y al llegar al galpón se oyen ruidos sospechosos.

-¡Silencio, que se escapa el ladrón!- dice el inspector prestando mucha atención, pero al prender la luz, sorprendidos, descubrimos pantuflas, mochila, muñeca, llaves y despertador en un rincón del galpón. Por la ventana se quiere escapar el ladrón, que para sorpresa de todos era solo un monito juguetón (el que se escapó del circo esta mañana).

Y como el misterio está resuelto, le ponemos fin a este cuento.

                                                                            


UNA JIRAFA EN LA CIUDAD


Silvia Beatriz Zurdo


La jirafa Roquelina es buena, paseandera y chiquilina. Hoy está de buen humor.

Saluda al sol, a la flor, a todos dice: -¡Adiós! ¡Me voy!-

Y comiendo un bombón se va de paseo a la ciudad.

-¡Cuidate!- le dice su prima Camila.

-¡Mandame una postal!- le pide Pascual.

-¡Buen viaje!- dicen todos y la ven marcharse con su sombrero de paja y su mochila a rayas.

Roquelina camina y camina, de noche y de día, porque es una jirafa paseandera y

chiquilina.

-¡Hola! Yo me llamo Damián. ¿Querés ser mi amiga?- le dice un chico pelirrojo con anteojos.

-¡Sí, claro!- contesta Roquelina.

-¡Vamos a casa así te conoce mi mamá!-

Y allá va el chico pelirrojo con anteojos, montado en la jirafa. Van hablando,

cantando, soñando.

-¡Mamá! ¡Vení a ver a mi nueva amiga, la jirafa Roquelina!-

La mamá muy enojada, asustada y con las manos mojadas (porque esta tendiendo la ropa) grita furiosa que ya se vaya esa jirafa.

-¡Por favor que se quede hoy! Es muy buena, es mi amiga.

-¡No! ¡No! y ¡No!-

En ese momento, una ráfaga de viento, sopla tan fuerte que la ropa tendida de la

mamá de Damián vuela por todas partes.

Roquelina, con cuidado, saca las sábanas enredadas en los árboles, las medias del techo y los pantalones enmarañados en la antena del televisor.

-¡Muchas Gracias, Roquelina! Si querés te podés quedar a vivircon nosotros.-

propone la mamá de Damián.

Ahora, Roquelina, juega en la plaza con los chicos del barrio. Si algún barrilete se

enrieda entre las ramas de los árboles, ella lo saca. Todos la quieren mucho.

Por las noches cuando Damián, el chico pelirrojo con anteojos, duerme, Roquelina, la jirafa buena, paseandera y chiquilina lo espía por la ventana.

                                                                         


LOS DUENDES TRAVIESOS


Silvia Beatriz Zurdo


Desde hace muchos años viven en las estrellas los duendes más traviesos del universo.

Cada mañana le hacen cosquillas al sol con las nubes del horizonte. Por las tardes juegan a la escondida entre los planetas. Pero lo que más les gusta es tirarse por el tobogán del arco iris después de cada lluvia. De tanto tirarse por allí la ropa se les manchó con polvo mágico de colores.

El hada primavera los cuida con ternura y a veces juega con ellos a la ronda.

Ella es tan amable y cariñosa, que los duendes le preparan, todos los años su fiesta de cumpleaños en la Tierra.

Invitan a las mariposas y a los animales del bosque que por eso deciden terminar sus días de hibernación. Los árboles estrenan trajes nuevos para esta ocasión tan especial. Los duendes adornan todo con flores multicolores y contratan a los ruiseñores y calandrias para regalarle al Hada Primavera las canciones más alegres.

Los duendes la llevan en una carreta de hojas verdes. Ella se sorprende al recibir tantos regalos. El sol le obsequia una corona de tibios rayos dorados. Los duendes le dan un collar de rosas rojas, las abejas perfume de jazmín y las mariposas una capa de luz y color.

Entre todos le cantan el feliz cumpleaños y ella sopla las velitas con una suave brisa.

Desde hace muchos años, cada 21 de setiembre los duendes más traviesos del universo le preparan al Hada Primavera su fiesta de cumpleaños. Se divierten tanto que la fiesta dura tres meses. Entonces regresan cansados, cada uno a su estrella, en una carreta de hojas verdes.

                                                                          



LOS DIBUJOS DE JAVIER


Silvia Beatriz Zurdo




Javier tiene cinco años y lo que más le gusta es dibujar. Dibuja y dibuja de día y de noche. Siempre sobre hojas blancas o papeles de colores pero nunca sobre muebles o paredes.

Dibuja con marcadores, lapiceras, lápices, témperas o crayones.

Hoy dibujó para su hermano un auto rojo. Lo mira de reojo. Le hace el motor y un volante marrón. También le dibuja un camino que llega al Japón.

Después dibuja a su familia. Todos sonrientes, con grandes manos para dar caricias y largos abrazos. No se olvida del sol, dos árboles y tres nubes pequeñas. A su mamá le gusta tanto que pone el dibujito con un imán, sobre la heladera.

Javier dibuja y dibuja. Dibuja perros y gatos. Aviones y camiones. Robots increíble, marcianos enanos, peces, flores, juguetes, casas, frutas, y muchas cosas más

Si dibuja una bruja en una burbuja ella no lo embruja.

Dibujos en el cajón de su mesa de luz, dibujos sobre la mesa, dibujos en el ropero, dibujos y más dibujos.

Cada vez que la mamá escribe una carta a los abuelos, él elige algunos para enviarles y hasta les pone su nombre.

Hoy hizo a un elefante elegante, una foca loca, la lluvia, la luna y ciento noventa y ocho estrellas.


Javier está cansado. Ya todo ha guardado por eso este cuento aquí se ha terminado.

                                                                                


LEANDRO, EL INVENTOR


Silvia Beatriz Zurdo


Leandro vive en un departamento. El balcón es su lugar favorito.

Allí, con maderas, cajas, papeles y frascos vacíos, experimenta, inventa, y además hace muchos líos.

Construye robots, máquinas rarísimas y hasta dice que una vez fue a visitar a los dinosaurios con su máquina del tiempo.

Ahora está trabajando en su super cohete espacial super atómico aerostático, acuático, acústico y no sé cuantas cosas más.

Ajusta unos tornillos y ¡Listo!

Busca en su mapa algún planeta para visitar.

Le pide permiso a su mamá. Se pone el casco espacial y ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Cero! ¡Despega...! con tan mala suerte que cae al fondo del mar.

Las sirenas hacen una ronda alrededor de la nave. Los pulpos, caballitos de mar y un cardumen de peces se acercan curiosos.

De pronto todos huyen. Leandro se da cuenta que tres grandes tiburones se acercan veloces.

Leandro toca el botón rojo de emergencia y la nave... se desintegra. Pero, Leandro, aparece en la bañera.

  • No te olvides de lavarte las orejas.- Le dice su mamá.

                                                                              


¡QUÉ TARDE DIVERTIDA!


Silvia Beatriz Zurdo



Sugerencias:
Leer el cuento haciendo la onomatopeya de las palabras subrayadas o bien ir pidiéndole a los niños que hagan los sonidos cuando sientan que la palabra los invita a hacer un sonido.

Suena el teléfono
. Es la tía Analía que nos invita a dar un paseo por el zoológico. Grito de alegría y Popi mi perrita ladra dando vueltas.

Cuando suena el timbre estamos todos listos, menos Juano, mi hermano, que llora porque no quiere ponerse la campera.

Hay mucho tráfico y la tía toca bocina varias veces. Avanzamos unas cuadras y ¡el tren!. Esperamos hasta que las vías se levantan. Juano tose un poco y mamá nos da caramelos de miel.

Por fin llegamos. Sacamos las entradas y a mamá se le caen las monedas del vuelto.

Primero fuimos a ver los monos que chillaban pidiendo comida. Después visitamos la jaula de los leones. Me dan mucho miedo cuando rugen. Seguimos caminando y vemos pasar un avión. Lo saludamos con la mano.

¡Qué barullo hacen los loros! ¡Cómo aplauden las focas!

Todos disfrutamos de la tarde soleada. Comimos pochoclo y tomamos un helado. De regreso a casa, bostezamos una y otra vez en el asiento trasero del auto hasta quedarnos dormidos.

Recién nos despertamos cuando Popi ladra contenta al vernos llegar y mi hermano Juano llora porque quiere seguir paseando.




PACO, YOLI Y EL SEÑOR INVIERNO


Silvia Beatriz Zurdo


Los árboles han perdido sus cabelleras rubias, porque el viento se llevó lejos sus hojas secas. Todos los pájaros se van apurados a otro lugar. Los osos, presurosos entran a sus cuevas. Bostezan los lirones y las ardillas guardan semillas.

Las tortugas entran en gran letargo. Como el invierno será largo, los animales se preparan con anticipación.


Pero, Paco el Pato, ayer se lastimó un ala y no puede volar. Por suerte Yoli lo encuentra, lo cura y pide permiso a su mamá para cuidarlo. La mamá le dice que lo ponga en el garage. Paco está muy feliz. Ella lo alimenta y juega con él.

Aunque Paco extraña a sus amigos sabe que tendrá que esperar a la primavera para reencontrarse con ellos.

Una fría mañana, mientras Yoli le está contando un cuento, escuchan un ruido extraño detrás de unas cajas. Y hacia allí van. Cuando se acercan no pueden creer lo que ven. Allí mismo ante sus ojos estaba el mismísimo Señor Invierno. No era el viejito canoso y de barba blanca del que todos hemos escuchado hablar. No. el Señor Invierno era muy distinto.

Primero lo miran sorprendidos, callados y con los ojos muy abiertos. El Señor Invierno les cuenta que se disfraza de viejito, pero ya está cansado de esconderse tras la barba blanca.

Al Señor invierno le gusta meterse en las casas sin que nadie se de cuenta para juntar las pelusas que dejan las frazadas en el suelo. Él les confiesa que le encanta pintar de rosado las narices y las mejillas de los chicos y le apasiona el olor a tostadas y café con leche.

Yoli y Paco descubren que el invierno no es un viejito vestido de gris. Paco, Yoli y el Señor Invierno se hacen grandes amigos. y juntos comen rosquitas de anís.

¡¡Aaaacchisss!! ¡Perdón! Pero me resfrié y por eso este cuento yo aquí lo terminé.

                                                                                   

EL ARBOLIBRO MÁGICO


Silvia Beatriz Zurdo




Mamá no entiende porqué todas las tardes me escapo a la casa de Doña Rufina.

Ella no sabe que en el patio de esta vecina hay un árbol muy especial: ES UN ÁRBOL CON HOJAS. Y ustedes se preguntarán qué tiene de especial un árbol con hojas. Lo que ustedes ni ella saben es que esas hojas son de libros de cuentos.

Apenas llego le doy un beso a Doña Rufina, una abuela simpática, capaz de contarme, de memoria todas las historias que se encuentran en esas hojas. Después me trepo, con cuidado a las ramas más altas y doy un paseo en la Alfombra de Aladino, o le indico el camino correcto a Caperucita. Un día me encontré con la hormiguita viajera

y con Alicia nos fuimos al país de las Maravillas. Ayer estuve con Gulliver y los gigantes después que recorrí el fondo del mar en compañía de una bella sirena.

Una vez me caí al querer alcanzarle a Cenicienta el zapato que perdió en la escalera. Otro día me quedé dormida en la

Isla del Tesoro. Pero lo que más gustó fue dar la Vuelta al mundo en 80 días con El Quijote de la Mancha, Martín Fierro y Mafalda.

Mi mamá no entiende porqué estoy siempre subida al árbol de Doña Rufina. Ella no sabe que tengo que esperar al otoño para que las hojas se caigan y pueda armar un libro mágico con ellas.

                                                                    


PELEAS DE HERMANOS


Silvia Beatriz Zurdo




Hernán y Angélica son dos hermanos. Les gusta comer milanesascon papas fritas, dibujar, bailar, cantar y pelear. Bueno, pelear no les gusta tanto, porque deja un gusto amargo. Pero siempre están peleando por los juguetes.

-¡Dame mi tren!- dice Angélica muy enojada.

-¡No quiero!- le responde, más enojado, Hernán.

-¡Dámelo es mío!-

-¡Y vos dame mis caballitos!-

-¡No, hasta que me devuelvas mi tren!-

-¡Nunca!-

-Entonces...¡Yo te rompo tus autitos!- dice furiosa Angélica.

-Y yo...¡Te rompo tus muñecas!- dice más furioso Hernán.

Justo cuando Hernán le tira el pelo a Angélica y Angélica se pone a llorar, a patalear y a gritar llega la mamá, que como siempre, los calma, les habla, les da un beso a cada uno y hace que los nenes se perdonen. Angélica y Hernán prometen no pelear más y se dan la mano. Pero, al ratito nomás, otra vez. ¡Si! ¡Otra vez peleando!.

-¿Por qué tiraste mis libritos!- pregunta muy seria Angélica.

-¿Por qué desarmaste mis bloques?- pregunta más serio

Hernán.

-¡Me voy y no juego nunca más con vos!- Afirma con trompa Angélica

-¡Qué me importa!- alega con más trompa Hernán.

En ese momento no se abre la puerta, se abre la ventana. Los chicos miran con asombro porque un viento de luz le da vida a todos los juguetes. ¡Es increíble! ¡Los muñecos hablan!

-¡Si ustedes dos siguen peleando los que nos vamos somos nosotros!- dice la muñeca de trapo.

-Cuando ustedes pelean, nosotros nos ponemos muy tristes.- explica la locomotora del tren.

-¡Sí! ¡Además nos rompen y nos tiran por aquí y por allá! Eso nos molesta mucho.- Aclara un avioncito de madera.

-Además si pelean tanto, no pueden disfrutar de lo hermoso que es compartir.- Asegura el osito de peluche.

-La próxima vez que peleen nos vamos con otros chicos que nos quieran y jueguen bien.- Afirma, muy seria, la pelota de fútbol.


Desde ese día la mamá de Angélica y Hernán está muy contenta porque los chicos no pelean más. Ella no entiende que fue lo que pasó. Ese es un secreto entre los chicos, los juguetes y vos. Por favor, no se lo cuentes a nadie. ¡Ah! Me olvidaba. Y vos, ¿peleas por los juguetes?

                                                                    


NATALIA Y LA ARAÑA


Silvia Beatriz Zurdo




Ni Natalia quiere ir a Italia ni esa araña quiere ir a España.

Natalia desea ir de vacaciones a la playa y la araña tiene sus mañas. Ella quiere dar una vuelta por el cielo...cielo raso.

Natalia sueña que es la dueña de un castillo de arena. Y la araña no se engaña. La mamá todavía no la dejará salir sola de la telaraña. Dice que es muy chica.

Una mañana con perfume a frutas maduras, Natalia cumple su sueño. Se van todos quince días a la playa. Ella pone en su mochila rosada casi nada. Su muñeca chueca, un balde, una pala y el rastrillo, un libro de cuentos y algunos caramelos.

¿Y la araña? Le pide permiso a su mamá y como la familia no está da un largo paseo por el cielo raso de toda la casa.

                                                                              


LA VARITA MÁGICA


Silvia Beatriz Zurdo


A un hada distraída se le cayó su varita mágica mientras viajaba en su escoba. Y, para alegría de Estefanía, ella la encontró entre las flores de su jardín.

La cuestión es que sin explicación cada cosa que tocaba con su varita se transformaba.

Así a su perro viejo le salieron ¡orejas de conejo! Las rosas ¡se transformaron en mariposas! Tres gallinas aparecieron en la cocina. Antes que su mamá regresara a casa, llevó las gallinas a la plaza.

Allí, su amigo Juan estaba en el tobogán. Al estirar la varita, el tobogán...¡un pan! Más tarde, ¡una vaca se hamaca! En la calesita, la sortija...¡una lagartija!

Es tal el alboroto que aparece la policía y Estefanía llora, grita y patalea.


Por suerte llegan papá y mamá. Prenden la luz. Le dan dos besos cada uno, la calman.

Estefanía se da cuenta que toda había sido una pesadilla. Y se vuelve a dormir. Lo que ella no sabe, es que esa noche, a un hada distraída se le cayó su varita mágica mientras viajaba en su escoba.

                                                                                     

NAVIDAD


Silvia Beatriz Zurdo


Mamá nos pidió que la ayudáramos a armar el árbol de Navidad y dijimos que sí.

Lo colocamos cerca de la ventana. Le pusimos: luces blancas, estrellas doradas y moños rojos. ¡Quedó fantástico! Cuando estábamos terminando llegó David, nuestro vecino. Abrió los ojos muy grandes al ver nuestro árbol de Navidad. Después hizo pucheros y casi se pone a llorar. Él no tiene uno, ni tampoco tiene dinero para comprarlo.

Mi hermana y yo pensamos en darle una sorpresa. Le pedimos ayuda a papá. Él nos hizo un armazón de alambre. Lo cubrimos con papel verde guirnaldas y algunas estrellas.

¡Imaginen la alegría de David cuando le llevamos su árbol! Mamá invitó a la familia de David a brindar con nosotros. Ellos aceptaron encantados. Y por supuesto había un paquete para David en nuestro árbol.

Esa Navidad fue inolvidable para David y nosotros aprendimos que compartir nos hace felices.

Y vos ¿cómo y con quién te gustaría compartir la Navidad?



EL ÁRBOL DE MI ABUELA


Silvia Beatriz Zurdo


Hoy es Navidad. Como todos los años vamos a casa de mi abuela. Nos gusta ver su árbol. Al pino del Jardín le pone luces, moños y guirnaldas.

La abuela nos contó que Antes que llegáramos, algo pasó con las luces del árbol. Se apagaron. Mi abuela se entristeció mucho. En ese momento unos niños pobres se acercaron a la puerta de su Jardín y le pidieron comida. Ella, sin pensarlo dos veces, les preparó una bolsa con pollo, pan dulce y gaseosa. Los chicos le agradecieron con un beso y desaparecieron.

En ese mismo momento como por arte de magia el árbol se iluminó nuevamente. Ahora el árbol luce más brillante que nunca ¡Hasta parece que tuviera estrellas de verdad!

                                                                                      

UNA BLANCA NAVIDAD


Silvia Beatriz Zurdo


En un país muy blanco vive un hada llamada Nieves.

Toda su ropa es blanca. Usa botas blancas. Su varita es blanca. Su casa está pintada de blanco. El piso parece talco. ¡Hasta el agua parece leche y la arena, harina!

Cuando llueve el hada Nieves come un bombón de chocolate blanco mientras lee un libro que tiene las páginas en blanco. Como ella es un hada lo lee igual.

Un día de diciembre el hada Nieves decidió salir de vacaciones. Viajó sentada sobre una nube blanca. En algunas ciudades dejó las calles y los techos blancos de nieve. Pero, en nuestro barrio puso luces blancas en los jardines, en las ventanas y en los techos de las casas.

Todos sentimos la presencia del hada Nieves.

Estar en familia nos pareció blanco y dulce como el azúcar.

Blancas palomas llegaron trayendo un mensaje de paz. Y cada vez que alguien decía ¡GRACIAS!, ¡PERDON! o ¡TE QUIERO!, inmediatamente, por arte de magia, aparecía una estrella blanca más en el árbol de Navidad.

A pesar que falta poco para el verano nunca nos pareció tener una Noche de Navidad tan, pero tan blanca.

                                                                           



HISTORIA DE UN CARACOL


Silvia Beatriz Zurdo




Había una vez, en mi jardín, un caracol antipático y gruñón. Nunca salía de su casa. Si un amigo lo invitaba a pasear, sacaba sus cuernitos y le decía que no. Siempre estaba solo y aburrido.

Sus amigos le pidieron ayuda a la señora primavera. Ella lo fue a visitar. Primero le hizo cosquillas. Después le cantó una canción.

El caracol salió de su casa esa mañana de sol. Se sorprendió al ver tantas flores. El caracol sonrió feliz. La señora primavera le regaló nuevos colores para su casa.

Desde ese día fue el caracol más feliz de mi jardín.

                                                                  

¿QUÉ PASA EN LA PLAZA?


Silvia Beatriz Zurdo




Todos los árboles lucen nuevos vestidos verdes.

Aquellas flores pintan sus pétalos de colores brillantes.

Estos pájaros ensayan hermosas melodías.

Las mariposas se ponen perfume de rosas.

El sol, curioso, se queda un rato más para ver qué pasa en la plaza.

¿Habrá una fiesta? Sí, claro. Como todos los años, la naturaleza le da la bienvenida a la señora primavera.

¿Y en tu plaza ¿qué pasa?


                                                                         


OCURRIÓ HACE MUCHO


Silvia Beatriz Zurdo


Me contaron que hace mucho tiempo un hechicero había embrujado este lugar. Todos los días había mal tiempo. Hacía frío y llovía con frecuencia. Los pájaros decidieron hacer algo, pues ya no soportaban noches tan largas. Fueron a visitar a un hada buena que vivía en el arco iris. Ella se ofreció a ayudarlos y los acompañó.

El hada primavera esparció sobre la naturaleza un polvo mágico y todo cambió. El hechicero invierno, decidió irse con sus brujerías al polo norte al ver que en este lugar ya no tenía poder. Juró volver el año siguiente. Pero mientras tanto, el hada primavera festeja el triunfo con los pájaros, las abejas, algunas flores y todas las mariposas.

                                                                         


EL ZORRINO PEPINO


Silvia Beatriz Zurdo


Había una vez un zorrino llamado Pepino. Pepino vivía en el campo. A él le gustaba mucho jugar.

Un día se encontró con Ramón, el perrito marrón.

-¡Hola, Ramón! ¿Querés jugar conmigo?-

-¡No! ¡Uajj! ¡Tenés un olor muy feo!- dijo tapándose la nariz.

El zorrino Pepino siguió caminando y se encontró con el pato Santiago a la orilla del lago.

-¡Hola! ¿Querés jugar conmigo?- preguntó Pepino.

-¡No! ¡No! ¡No me gusta tu olor!-

Y el pato Santiago se fue nadando muy rápido.

El zorrino Pepino estaba muy triste. Ningún animalito del campo quería jugar con él.

-¡Chii! ¡Chii! ¡Eh, Pepino!-

-¿Quién me llama?- dijo Pepino mirando para un lado y para el otro.

-Soy yo, el conejo Pablito. Te traigo un regalito.-

-¿Para mí?- preguntó asombrado Pepino,-¿por qué me traes este regalo.-

-Porque estoy seguro que si usás lo que te traje, vas a poder jugar con muchos amigos.-dijo el conejo Pablito con un broche en la nariz.

-¡Uy! ¡Qué lindo! Jabón...esponja...perfume...peine...toalla...cepillo de dientes...pero...no entiendo nada.-dijo Pepino.

-Vamos al río. Te voy a enseñar cómo se usa todo esto.-

El conejo Pablito le enseñó a Pepino, el zorrino, a bañarse con agua y jabón. Después se peinó, se puso perfume y talco en los pies.

Después fueron a buscar a Ramón, el perro marrón y a Santiago el pato del lago y jugaron toda la tarde.

                                                                            


EL JARDÍN DE LA TÍA NORMA


Silvia Beatriz Zurdo


La tía Norma tiene un gran jardín perfumado y florido. Cuando hace calor, la tía

riega las plantas sedientas. También saca los yuyitos de los canteros.

Una tarde calurosa, el pino se puso a llorar, porque las otras plantas se burlaban y se reían de él.

- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Vos no tenés flores. Te faltan los colores.-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!- le cantaban a coro los rosales y los claveles.

- Por eso no te visitan las abejas y las mariposas. No tenés amigos- le dijo el jazmín.

- Además sos muy desordenado. Tirás las piñas por cualquier lado- le reprochaban los geranios y las azucenas.

- Nunca te cambias la ropa. ¡Todo el año con las mismas hojas.- Le criticaban margaritas y malvones.

El pino escuchaba callado. Estaba muy triste.

- ¡Basta! ¡Son unas flores muy presumidas! El pino, muy pronto, les va a dar una

sorpresa.

El pino no entendía nada. Esa noche no pudo dormir. Cuando el sol todavía no se

había levantado, la tía Norma apareció con una caja enorme y puso manos a la obra. Como las otras plantas dormían no se dieron cuenta de nada.

Cuando se despertaron, no lo podían creer. El pino no tenía flores pero sí estrellas

doradas y luces de todos colores. Las mariposas, las abejas y los pajaritos se acercaban a curiosear. Jugaban a la escondida entre los adornos de Navidad.


- Nos equivocamos, don Pino. ¿Nos perdona? Estamos arrepentidas.- dicen todas

las plantas a coro.

El pino. que no es rencoroso las perdonó. ¿Saben? Sus espinas no pegan.

El jardín de la tía Norma es el más hermoso, porque tiene un pino que todas las

noches regala melodías iluminadas y tiene flores coquetas y perfumadas.


Cuando te cuento un cuento

te veo contento

Cuando te cuento un cuento

miro y te encuentro.


Y colorado colorín...

guitarra y violín...

mañana te cuento otro

pero este llegó al fin.

                                                                           

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